domingo, 25 de diciembre de 2011

Altos linajes

Vuelan moscardas por las susaetas mórbidas, donde gentuza y gentezuela se pasa y se transforma en viril condescendencia con sus compañeras las tuercas, y el pan se amolda a su estrella, y la vida es poesía.

Cada día se come comida de cazuela, y en un barco crecen torres blancas italianas, sin más compaña que peces pequeños del tamaño de ballenas, que saltan y mojan la cubierta, jugando con las sábanas del barco como si el agua plateada del mar fuera a salvarlas.

No quiero herir a nadie, y tiro al suelo mi pistola, y saco el pitillo de la boca y me quito el barro de las manos. Pero no por no querer herir a nadie se acaba la guerra o eso dice mi sombrero, aquí nadie gana. Y te guardas los cuernos, me invitas a la cena y te pago con mis cuatro lados.

Las charlas normales son cotillas, cotorreos como tirotea mi madre. Son botellas verdes sin mensaje dentro de ellas, solo vino picado y reciclaje de morera y hierro. Pero quién soy yo para hablar de la que no es mi lengua, tal vez es eso lo que las saliva. Tal vez el aleteo, la levitación, el baile con el aire haga humana la compañía. Y después de esta descripción bien humanas podrían ser las palomas. Pero quién soy yo para hablar de la que no es mi vida.

Me mojo los labios con vainilla y se me cristalizan, y se van partiendo como tejas españolas por efecto del sol y el viento. Se ennegrecen con lo negro y se enrojecen con lo rojo. Y van cambiando de color conforme se van colorando y descoloriendo.

Frutales, verbales, nogales, perales, universales. Son cuadros de un único ritmo y una única aspiración. Un hilo dorado del que pende toda una cesta de plomo enlingotado. Y para sorpresa de la audiencia el hilo no lleva a ningún lado, es solo un cable que brilla, excelente, rígido y altivo, y saluda al público sonriendo con la mano.

Misterios. Esas lisas capas de hielo donde uno se ve reflejado. A veces son más gruesos y a veces no tan gruesos, dependiendo de cómo el frío se ha sentado en el alba. Y detrás del hielo siempre hay solo agua. Agua algo más oscura. No es decepcionante, es simplemente un charco de agua oscura. Y coges un buen prisma de hielo, y dejas que lo bañe el sol con tu cara al otro lado, y lo aprietas bien fuerte, y buscas una superficie dura, y lo lanzas contra ella para que reviente en una decena de pedazos. Porque nos gusta romper cosas, ¿sabes? Nos gusta romper, apretar los dientes y cuidar la compostura cuando miran. ¿Sabes?

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