viernes, 6 de abril de 2012

Lento

Escribir lento. Mirar lento. Respirar lento.

El silencio. Pequeños ruidos como golpes de ventanas, vuelos de moscas, pájaros alegres y alejados o mi madre sobando y pasando páginas de una revista mientras ambos, callados, dejamos que el sol nos tranquilice después de una semana sin él.

Lentitud. Tensión baja. Densidad en las acciones. Sangre gelatinosa. Y por supuesto, el amor por los puntos. La respiración de cada segundo, de cada nota y de cada color. El calor de la lentitud, de la parsimonia, de hacer las cosas con cariño y cuidado.

La ansiedad se aleja. Estar ansioso no es un problema, es un estado. Los cables pueden ser manos agarradas a cualquier cosa que solo estropean tus movimientos o cables y nada más que cables. No hay enemigos.

Recordar a tus amigos y tener tiempo para darles la buena noticia de que les quieres. Abrazar la soledad, abrazarla y penetrar en ella. Fundirte en la soledad, notando como tu cuerpo pega pequeños latigazos, como poco acostumbrado a esta sensación de quietud, asustado por una muerte prematura, preocupado por lo que pensarán los demás (todo es rápido, y yo no).

Notar que es la banda sonora que le ponemos a cada momento lo que lo colorea de tensión o liberación. La intensidad de la energía, la intensidad de lo lento. Lo despacio, lo denso, lo apaciguado, lo viscoso, lo pausado. El tiempo mimado. La energía voluntaria. El ajuste, el click, la llegada.

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